sábado, 7 de noviembre de 2015

ÉTICA Y TRABAJO SOCIAL

ÉTICA Y TRABAJO SOCIAL

Sabemos que la ética es una temática de gran relevancia y actualidad para una profesión/disciplina como el Trabajo Social.

Fernando Savater en su ya libro clásico Ética para Amador, define la ética como el arte de vivir. “En el arte de vivir, el hombre es al mismo tiempo el artista y el objeto de su arte, es el escultor y el mármol, el médico y el paciente”. Vélez y Galeano entienden la ética “como el saber que reflexiona sobre las acciones e interacciones reguladoras de los comportamientos sociales y del ejercicio de la voluntad individual, permite la comprensión de valores diferentes a los legalmente establecidos y constituye un referente a través del cual se establece un reordenamiento de las relaciones sociales”. Para Rosa María Cifuentes “los principios éticos y valores direccionan la intervención, se relacionan con las intencionalidades. Los primeros son pautas particulares por las que l@s profesionales rigen la intervención, se relacionan con las intencionalidades.  Los valores son “supuestos generales constitutivos;  tienen trasfondo ético, filosófico y político”.

Partiendo del concepto weberiano de ética de la responsabilidad, se asume la ética como práctica, como modo de vida (Galeano, 2004). Una actitud ética también nos permite comprender la diversidad de valores, las relaciones sociales de los actores; en un campo ínter subjetivo, de relación con el otro. El asumir esta responsabilidad –añade Galeano- implica para el investigador plantearse por lo menos dos preguntas: ¿a quién responde?, ¿cómo responde? “Responsable es el que responde”. La ética invita a una relación ética con los sujetos sociales con los que interactúa.

Expresa Cifuentes: que “en la comprensión de la intervención es indispensable tener en cuenta las dimensiones ético-políticas y ético técnicas y su incidencia en la formación académica.  Cualquier lectura de conceptos para comprender la intervención implica asumir su interacción; mantener perspectivas criticas, propositivas y constructivas comprometidas con el desarrollo social. Requerimos hacer lecturas complejas, transversales, interdisciplinarias, contextuales, atendiendo la particular lógica de lo social”. Señala:

La cuestión ética hace referencia a la elección de propósitos mediante los cuales operamos.  El Trabajo Social desde sus orígenes se ha preocupado por establecer normas éticas con el fin de regular y orientar la conducta”.  La ética según Maturana adquiere presencia en la preocupación por las consecuencias de nuestras acciones en la vida de otros seres que aceptamos en coexistencia con nosotros.

Cecilia Aguayo plantea una interesante reflexión desde el debate ético-político. Expone que los profesionales prácticos son mediadores  entre el debate epistemológico-metodológico y el ético-político, “al trabajar con personas, grupos e instituciones donde se cruzan permanentemente intereses, valores y opciones”.

El trabajo social busca conocer la realidad social, para construir proyectos de transformación que pretenden mayor justicia social, igualdad de oportunidades, en definitiva un mayor bienestar humano; es justamente en estos proyectos donde la profesión nos interpela, es decir, nos pone frente a preguntas tales como: ¿qué criterios usamos para tomar ciertas decisiones?, ¿con quiénes las tomamos?, ¿con qué recursos, ¿en qué contexto institucional?, ¿en relación a qué poder de legitimidad?; en definitiva, también, ¿a qué proyecto de sociedad?. Todas estas preguntas ponen en el centro del debate profesional nuestra labor en tanto co-gestores del poder (Aguayo).

Esto es, analizar la profesión desde la variable del poder, implica reconocer los valores a los cuales adhiere, “los cuales están en un intercambio incesante entre el medio institucional en que trabajamos y el contexto socio-político en que estas mismas se inscriben”. En definitiva, para Aguayo el análisis político y ético de las profesiones refieren a un análisis del poder, tanto ejercido como profesión o bien el status, el rol, que ocupa en una sociedad determinada.

Señala Roca que no basta reinventar la finalidad sino también recrear las motivaciones, sobre todo para mantenerse en el empeño, “a pesar de la geocultura de la desesperanza y de la ideología de lo inevitable”.  “El trabajador social está sometido a una intensa presión anti-utópica”. Sin imaginación utópica no existe trabajo social; existe eso que hoy se denomina en algunos medios como “ingeniería social”. El compromiso con las alternativas sociales han de estar presentes en el trabajo social.

Se considera “la vulnerabilidad humana como eje estructurante de la ética, lo que supone la responsabilidad de asumir el impacto que las acciones investigativas desatan y los efectos de las decisiones que puedan poner en riesgo a personas, instituciones o proyectos”. Adela Cortina (2006) nos habla de una ética comunicativa y una ética del reconocimiento compasivo. La primera reconoce al otro como interlocutor válido, con el que le une un vínculo comunicativo. “El reconocimiento recíproco es el núcleo de la vida social”, todos deben ser reconocidos como personas, asumiendo un principio de co-responsabilidad. La segunda se refiere al lado experiencial del reconocimiento recíproco, una compasión que significa “compadecer el sufrimiento y el gozo”, de compartir la vida, del respeto a la dignidad. “Por eso el hambre, la miseria, la escasez material, política y cultural, son radicalmente inmorales e incoherentes con una cultura que se autocomprende como defensora de los derechos humanos. Por eso es intolerable la exclusión”. Así, termina Cortina, “el reconocimiento compasivo es entonces la fuente de exigencias de justicia y obligaciones de gratuidad, sin las que una vida no es digna de ser vivida”.

Ligado a la ética también es importante la pregunta por los principios y valores de estas mismas (respeto a las personas, la dignidad humana, la diversidad cultural, al desarrollo sustentable, al respeto a los derechos humanos, incentivar mayor tolerancia, etc). Todos estos valores pueden y requieren ser incorporados en procesos de intervención.

Conocemos que la ética más que un discurso es una práctica. Los indígenas nos aconsejan que no leamos a las personas en sus discursos, sino en sus prácticas. “La mejor forma de decir es hacer”.

Además, de los autores citados, en mi biblioteca física encontré estos dos textos, que quiero compartir:

KISNERMAN, Natalio (compilador) (2001). Ética, ¿un discurso o una práctica social? Buenos Aires, Paidós.



BERMEJO, Francisco (coordinador) (1996). Ética y Trabajo social. Madrid, Universidad Pontificia Comillas.





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