Foto: Atardecer en Armenia –al fondo Uniquindío-, por A. Carvajal, Mayo 1 de 2019
Charla
PLANEACIÓN
PARTICIPATIVA
Y SISTEMATIZACIÓN DE EXPERIENCIAS
Y
Lanzamiento
de las nuevas
ediciones de los libros:
-Planeación
participativa: diagnóstico, plan de desarrollo y evaluación de proyectos
-Teoría y práctica de la
sistematización de experiencias
Autor: Arizaldo
Carvajal Burbano
El
pasado jueves 2 de mayo de 2019, estuve en la acogedora ciudad de Armenia –
Colombia, dando dicha charla para estudiantes y profesores(as) del Programa de
Trabajo Social de la Universidad del Quindío. Fue muy gratificante compartir y
conversar sobre estas temáticas, que me parecen importantes para una
profesión-disciplina como el Trabajo Social, y también para otras profesiones,
y para actores sociales en general.
En
esta entrada del blog comparto algunos apartes de la charla:
“El
escritor colombiano Alonso Sánchez Baute dice que “lo único inteligente que
podemos hacer en esta puta vida es ser felices”.
Cuentan
que hace muchos años, a toda persona que quería entrar a las pirámides en
Egipto, le hacían una encuesta, que constaba de 2 preguntas:
1ª.
¿Es usted feliz?
Y
la 2ª, algo más compleja: ¿A cuántas personas ha hecho usted feliz en su vida?
A
mí me hace feliz estar hoy con uds. Me
hace tener una “pequeña alegría”, como diría el antropólogo francés Marc Augé
al referirse a la felicidad.
(…) Bueno, con estos preámbulos,
hablemos de la PLANEACIÓN PARTICIPATIVA Y LA SISTEMATIZACIÓN DE
EXPERIENCIAS, y simultáneamente voy presentando las nuevas ediciones de mis
libros realizada por el Programa Editorial de la Universidad del Valle
-Colombia, cuarta y quinta edición respectivamente. Les informo que el martes
pasado dejé en la Biblioteca de la Universidad del Quindío - como obsequio- un
ejemplar de cada uno, para quien quiera consultarlos.
Estos dos libros hacen parte de una
serie de textos que he escrito en el marco o ciclo de la planeación del
desarrollo:
Desarrollo
y cultura. Elementos para la reflexión y la acción
Desarrollo
y postdesarrollo: Modelos y alternativas
Desarrollo
local: Manual Básico para Agentes de Desarrollo Local y otros actores –de
este libro hay una versión digital gratuita
Teoría
y práctica de la sistematización de experiencias
Elementos
de investigación social aplicada
En cierta o gran medida son textos o
temas que se relacionan: desarrollo-planeación-investigación-sistematización.
PLANEACIÓN PARTICIPATIVA
PLANEACIÓN PARTICIPATIVA
(…) Según Teresa Matus: “Hay mayor
riqueza si nos acercamos a los actores con una lógica social que nos permita
ver, comprender, fortalecer, desarrollar, proponer”.
En esta dirección,
Silvia Navarro, en su artículo Contra los
puentes levadizos: la formación de trabajadores sociales en clave comunitaria,
manifiesta que los diferentes espacios formativos de los futuros trabajadores
sociales demandan incorporar elementos y estrategias que les ayuden a descubrir
la práctica comunitaria y a tomar partido por ella, no sólo desde una
perspectiva teórica o instrumental, sino, sobre todo, desde una perspectiva
existencial y comprometida, firmemente arraigada dentro de su proyecto vital y
profesional. Lo cual requiere “coherencia entre lo que pensamos, lo que
decimos, aquello que hacemos y cómo lo hacemos”.
Comparto
con esta autora la idea de que la intervención profesional y la formación
impartida orientadas hacia la comunidad, sólo cobrarán verdadero sentido y
legitimidad si son capaces de traducirse de forma tangible en prácticas, de
provocar dinámicas, de multiplicar oportunidades de creatividad, de alentar
reflexividades constructivas.
En
mi libro de Planeación participativa presento una breve historia de Rubém Alves:
“Imaginemos
a un organista.
Se
encuentra frente a un instrumento nuevo, que nunca utilizó.
Sus
ojos trabajan. Examinan los teclados, los pedales, los registros, la
arquitectura del instrumento, el medio acústico en el que se encuentra. En este
primer momento le interesa conocer aquello que le han puesto delante, un
instrumento, de la misma manera como al científico le interesa conocer una
realidad que le es dada.
Pero
su actividad exploratoria y analítica, no es un fin en sí misma. Investiga lo
real porque sabe que es de allí de donde deberá extraer los materiales para
construir lo posible. ¿Lo posible? ¿Dónde está? No existe aún. Vendrá a la
existencia como resultado del amor y de la acción creadora.
* * *
Terminada
la investigación, terminado el momento epistemológico, terminado el
conocimiento, comienza lo que realmente importa. Y la música, improvisada,
compuesta, llena el aire. Algo nuevo, que no había existido antes, acerca de lo
cual no se puede preguntar si es verdadero o falso, invade al mundo. Y el mundo
se transforma”.
Cada
uno, cada una, le pone música a su trabajo, con amor, creatividad. Tal vez suene cursi decirlo,
pero estos procesos hay que vivirlos como una aventura, con pasión, con amor.
Hace días
encontré en el facebook, este meme:
Creo que esta frase resume el espíritu
de mi libro de planeación participativa. Al sistema le conviene que no haya
esperanzas, utopías, y estas –como dice Eduardo Galeano- sirven para caminar.
Qué sería un TS sin esperanzas, sin
utopías?
Recordemos que a principios del
próximo año, con nuevos alcaldes y alcaldesas, cada municipio de Colombia
estará elaborando su Plan de desarrollo –ojalá participativo-, y nosotros
podemos aportar en estas apuestas de desarrollo, como estudiantes, profesionales,
como ciudadanos. Se esperaba que estos planes fueran en un contexto del
posconflicto, de una Colombia en paz, pero parece que vamos a seguir
planificando en un contexto de violencia, de guerra. En esa utopía, la nueva
edición del libro incorpora un apartado sobre los Planes de Desarrollo Territorial
en clave de paz.
En estos procesos resalto la
planeación del desarrollo local, y en especial la planeación participativa.
Recordemos que la planeación ha sido un tema central en los discursos y las
prácticas del desarrollo en general y del desarrollo local en particular. Quiero
resaltar esto: la planeación –al menos para mí- más que un proceso técnico, es
un proceso sociopolítico y cultural.
(…) A qué tipo o modelo de
desarrollo, de sociedad, le vamos a apostar? Para qué? Con quién, para quién,
cómo? Y estas –uds lo saben- son preguntas básicas de la intervención profesional.
La planificación es considerada como
una herramienta vital para pensar y crear el futuro. En alusión explícita a la planeación participativa, Velásquez y
González (2003) comentan que ésta “es a
la vez proceso y escenario”. Como proceso comprende una serie de dinámicas
sociales y políticas en torno a la
identificación de problemas y potencialidades del presente y a la formulación
de apuestas de futuro. Como escenario la planeación es una oportunidad de encuentro
entre voces diferentes interesadas en construir consensos básicos sobre metas
de bienestar y sobre los procedimientos, instrumentos y acciones necesarios
para alcanzarlas. Es, en consecuencia, un proceso y un escenario eminentemente
político que enlaza medios y fines, presente y futuro, problemas y soluciones,
potencialidades y realizaciones, conocimiento y acción.
La
gente es –y debe ser- el punto de
partida, el centro y el propósito final de cada intervención tendiente al
desarrollo. Pero los planificadores del
proceso de desarrollo tradicionalmente poco o nada han tenido en cuenta a la
gente. Así, lo común ha sido la
aplicación de una planificación de “arriba hacia abajo”, que no comprende –ni
tiene en cuenta- a la población local, la cultura local. Muchos planes de desarrollo o planes de vida
“carecen de un compromiso profundo para lograr el desarrollo”. Como expresa
Mohan “Del desarrollo centrado en la gente se ha hablado más de lo que se ha
logrado en la práctica. A pesar de ello, sigue siendo un hecho que si el
desarrollo ha de mejorar la calidad de vida de la gente, ésta debe adquirir el
derecho a participar en las decisiones que afectan su futuro”. Esto implica
desafíos de gran envergadura para el Trabajo social y otras profesiones.
Alvaro Obando (2003) ahonda en los sentidos
sociales y políticos de la planeación participativa. Expresa que los
sentidos de la planeación participativa como propuestas de la ciudadanía,
parten de entender que ésta es un proceso de construcción social con
características de continuidad y sostenibilidad, que busca la identificación,
la explicación y la orientación de las transformaciones producidas y también
las pretendidas para la ciudad, las comunas y las zonas. El hecho de que la
planeación participativa sea un escenario estratégico para las comunidades y
organizaciones sociales, donde convergen diversos intereses y motivaciones,
hace que en ella, concurran miradas y expectativas variadas; a lo que se le
suma la compleja realidad de las comunidades y zonas con sus problemáticas
estructurales y contextuales del desarrollo y a la vez elementos potenciadores
del mismo.
En este marco, el autor plantea ocho
estrategias de la planeación participativa: estrategia de formación de
identidad; de formación de sujetos políticos; estrategia para la construcción
propia del territorio; estrategia social y política para la construcción de lo
público; para la superación de conflictos; para la gestión territorial del
desarrollo; estrategia de inclusión y estrategia para la construcción de una
política democrática.
Estas son estrategias - podríamos
decir de transformación social- que debe tener en cuenta el trabajador(a)
social en su intervención en este campo, que “constituye un espacio de
renovación permanente de los principios de la democracia; es, en ese sentido,
una herramienta de pedagogía democrática
para la formación de nuevos ciudadanos interesados en los asuntos públicos y
conscientes de la importancia de contribuir a su definición. Además, reafirma
los valores de la descentralización y de
la autonomía política de los entes territoriales; propicia la cualificación de
los líderes; crea condiciones para la densificación del tejido social; cambia
los patrones de conducta de las administraciones municipales en el sentido de
apertura a la iniciativa ciudadana, control social de la gestión pública,
rendición de cuentas, asignación eficiente de los recursos y formulación de
políticas públicas inclusivas” (Velásquez y González , 2003).
Hay que reconocer que actuar en los
campos del desarrollo y la planeación, es actuar en un escenario complejo; el
desarrollo es un fenómeno complejo, un proceso dinámico, en construcción, lleno
de significados. Y esto implica una mirada –y una intervención- amplia, llena
de matices.
Sabemos que gran parte del trabajo
social comunitario
se desarrolla en contextos multiétnicos y pluriculturales. De ahí la
importancia de mirar la relación desarrollo-cultura (Carvajal, 2007a); la Inserción Intercultural
Profunda (Mijangos, 2006); es en el espacio de la vida
comunitaria, donde adquiere sentido comprender a fondo y reflexionar las formas
culturales de participación y organización. Así, el Trabajador social es un
lector y dinamizador de contextos, de cultura. Creo que en la planeación
participativa el componente cultural es fundamental; las metodologías deben
realizarse o aplicarse de acuerdo al contexto en que se desarrollen. Si, por
ejemplo vamos a trabajar con el árbol de problemas, y de soluciones, en un
territorio ribereño, hablemos mejor de cuenca o río de problemas.
Robertis
y Pascal (2007) llaman la atención sobre un rebrote de interés por el trabajo
social con dimensión colectiva, una movilización creciente de los profesionales
para abordar los problemas sociales colectivos con métodos y herramientas
también de dimensión colectiva, y una búsqueda de nuevas formas de intervención
más adaptadas a la problemática actual. Añaden que se requiere ayudar a
construir un poder social, entendido como “la capacidad para comprender y
actuar en todos los campos de la vida social”. Proponen esquemas de análisis y
de acción que pueden ser modificados, adaptados a las realidades de cada lugar
de intervención, por los trabajadores sociales, en un doble movimiento de
acción y reflexión. “La acción interroga, cuestiona y, finalmente, modifica el
marco de comprensión teórica; esta última orienta e ilumina la acción.
Conocimiento y acción están indisolublemente ligados en una praxis cuyo sentido
está dado por los valores y los principios éticos que son los del trabajo
social, como parte del cual nos reivindicamos”.
También
quiero llamar la atención sobre las metodologías participativas de
investigación social en el trabajo comunitario, haciendo fructífera la relación
investigación-intervención. Hay que resaltar metodologías construidas con el
otro, donde éste sea el protagonista, sea también el lector de su realidad (lo
cual requiere de facilitadores, dinamizadores, en la formación de investigadores populares). Aquí es
pertinente el método cualitativo de investigación social.
SISTEMATIZACIÓN DE EXPERIENCIAS
Como lo expreso en mi texto: Teoría
y práctica de la sistematización de experiencias: Observo con
curiosidad – y con alegría- la importancia que está adquiriendo la
sistematización de experiencias; no solo en Trabajo social sino en otras
profesiones. Según Torres Carrillo, “la sistematización ha pasado de ser una
temática subsidiaria de otras prácticas sociales y discursivas, para
convertirse en un espacio que convoca sus propios discursos, instituciones,
prácticas y especialistas”. Sí, como lo señalan Morgan y Quiroz la promesa que
la sistematización representa como camino sigue siendo válida y está viva en
nuestro medio.
En relación con el ciclo de la
planeación (y en otros procesos) considero significativo resaltar el papel de
la sistematización de experiencias o prácticas en desarrollo comunitario. Como
bien lo expresa Valdés (1992), la sistematización, en sus diferentes
modalidades, ha facilitado el que muchos trabajadores sociales, educadores
populares y otros profesionales ligados a la acción social, hayan “dado cuenta”
de su práctica, de las experiencias en
que han participado, hayan generado nuevas formas de intervención para
enfrentar los problemas y necesidades sociales que abordan. Para las prácticas mismas, la sistematización
ha permitido descubrir nuevos caminos, nuevas actividades y cursos de acción,
un cambio de perspectiva para mirar la
intervención, recuperar los sentidos más profundos de la acción. “Para el
Trabajo Social como profesión, la sistematización ha permitido sacar de la invisibilidad
su intervención”. Es importante
resaltar el carácter transformador de la sistematización. “No sistematizamos
para informarnos de lo que sucede y seguir haciendo lo mismo, sino para
mejorar, enriquecer, transformar nuestras prácticas”. También hay que resaltar que esta vivencia
evidencia esa relación indisoluble de teoría-práctica,
investigación-intervención.
Conocemos por Kurt Levin que “no hay
nada más práctico que una buena teoría”. Podríamos añadir –en relación con la
sistematización- que “no hay nada más teórico que una buena práctica”. Y la
sistematización aporta a formar –como diría Shon- profesionales reflexivos en la acción.
Además,
la sistematización no puede ser vista sólo como un instrumento para el Trabajo Social, sino como escenario de
reflexión, de creatividad, de construcción de nuevas prácticas sociales, de constitución de sujetos sociales y políticos,
de compromiso con el otro; rescatando, como diría Alejandro Castillejo “una
poética de la alteridad”. Y esto nos remite a la dimensión ético-política de la
investigación y la sistematización, y del Trabajo Social.
No siempre que nos referimos a la
sistematización de experiencias estamos hablando el mismo lenguaje. La sistematización no es un concepto unívoco. Una
definición de diccionario -y el sentido
común- nos dice que sistematizar equivale a ordenar, organizar, clasificar. Algunos piensan inmediatamente en
computadores, en la obtención de datos para elaborar cuadros, etc. Pero la
cuestión es más compleja. Sabemos que “lo que no se construye sobre bases
conceptuales sólidas, después se derrumba fácilmente”.
Oscar Jara, al referirse a los dilemas
de la sistematización de experiencias, inicia con el referente a la forma cómo
concebimos la sistematización, donde se tienen dos opciones:
1). Como sistematización de datos (sistematización
de información).
2). Como sistematización de experiencias.
Añade que el significado más usado
comúnmente es el primero: hace referencia al ordenamiento y clasificación de
datos e informaciones, estructurando de manera precisa categorías, relaciones,
posibilitando la constitución de bases de datos organizados, etc.
La segunda opción es menos común y más
compleja: se trata de ir más allá, se
trata de mirar las experiencias como procesos históricos, procesos complejos en
los que intervienen diferentes actores, que se realizan en un contexto
económico-social determinado y en un momento institucional del cual formamos
parte.
Sistematizar
experiencias –señala- significa entonces entender por qué ese proceso se está
desarrollando de esa manera, entender e interpretar lo que está aconteciendo, a
partir de un ordenamiento y reconstrucción de lo que ha sucedido en dicho
proceso.
Hay que señalar –vuelvo a Jara- que “la experiencia es siempre vivencial:
implica una vinculación física, emocional, y también intelectual con el
conjunto de elementos del entramado inmediato con el que me relaciono. Las
experiencias son por tanto, lugares vivos de creación y producción de saberes”.
Para otros, la “experiencia es un
conjunto de cagadas organizadas”.
Para REDINFOR “La
investigación se distingue de la sistematización, fundamentalmente por su
objeto: en la investigación se intenta conocer una dimensión o aspecto de la
realidad, sobre la cual se formulan preguntas. En la sistematización, se hace
preguntas a una práctica, en la cual se ha participado como un actor más, con
una clara intencionalidad de transformación”. La
sistematización de experiencias es una modalidad de investigación cualitativa
que busca reconstruir e interpretar experiencias privilegiando los saberes y el
punto de vista de los participantes. Como propuesta de investigación, busca
comprender los sentidos que subyacen a la práctica, hacer una lectura que
trascienda los relatos y producir un conocimiento orientado a cualificar,
reorientar o hacer cambios en las experiencias sistematizadas.
Recordemos que la principal
característica de la Investigación Cualitativa es su interés por
captar la realidad “a través de los ojos” de la gente que está siendo
estudiada, es decir, a partir de la percepción que tiene el sujeto de su propio
contexto. En otras palabras, se parte de una experiencia “que se trata de
interpretar en un contexto y bajo los diversos puntos de vista de los
implicados”. Se da una recuperación de la subjetividad real de las relaciones
sociales, devolviendo el protagonismo y la voz a los propios sujetos. Se
descubre “el sentido, la lógica y la dinámica de acciones humanas y concretas”.
Es un deber académico explicitar la
concepción de sistematización que vayamos a utilizar. Tratando de ser coherente
con lo anterior, entiendo la sistematización de experiencias como:
Un proceso teórico y metodológico, que a partir
de la recuperación e interpretación de la experiencia, de su construcción de
sentido y de una reflexión y evaluación crítica de la misma, pretende construir
conocimiento, y a través de su comunicación orientar otras experiencias para
mejorar las prácticas sociales.
En todo caso, debe quedar claro que
sistematizar es algo más que recuperar una experiencia; es teorizar la práctica
vivida; es producir conocimiento a partir de la experiencia. En otras palabras,
“sistematizar es hacer una lectura teórica: es referir una experiencia
colectiva a un modo de comprenderla. Y
una lectura teórica es siempre una traducción a un modo de ver las cosas, es
una interpretación”. Sí, sistematizar es mucho más que “ordenar”: es
interpretar, es atribuir un sentido.
La sistematización debe permitir una
relectura de la experiencia, tenemos que aprender más de lo que sabíamos de
ella, trascendiendo las apariencias, teorizándola. Sólo así podemos aprender de
ella. Para que todo esto sea posible, la sistematización debe traducirse en un
producto socializable, que se pueda difundir y dar a conocer, es decir, en un
documento escrito. No solo hay que
aprender a hacer, también hay que aprender a decir.
Siempre he reconocido que el Trabajo
social es muy rico en experiencias, en prácticas. Hay una gran veta por
explorar. Es importante recordar la diferencia entre experiencias significativas y buenas
prácticas. Una Experiencia Significativa se
concibe como “toda aquella
experiencia que contiene elementos innovadores, o que ha producido impacto
social, o que ha generado respuestas a problemas planteados. Una experiencia significativa es la que deja aprendizajes a partir de
aciertos o de errores (lo bueno y lo malo). A veces encontramos cierta tendencia a
solo sistematizar buenas prácticas y nos olvidamos de sistematizar experiencias
significativas. Recordemos que de una mala
práctica también podemos obtener aprendizajes muy valiosos.
Siempre tengamos presente algunos
principios básicos de la sistematización de experiencias:
A TODA SISTEMATIZACIÓN LE ANTECEDE UNA
PRÁCTICA
Para sistematizar necesariamente tiene
que antecederle una práctica, un hacer, una intervención, un programa o
proyecto desarrollado o en proceso.
Y en esto el Trabajo social es muy
rico. Tiene al frente toda una veta por explorar.
LAS PREGUNTAS PLANTEADAS DEBEN SER
RESPONDIDAS POR LA EXPERIENCIA.
Delimitada la experiencia a
sistematizar, ésta debe ser interrogada. Recordemos que las preguntas deben
resolverse dentro de la experiencia. Si no, nos encontraríamos con preguntas de
investigación.
LA SISTEMATIZACIÓN DE EXPERIENCIAS NO ES UNA SOLA VOZ
La sistematización de experiencias
implica una narración/recuperación/descripción de la experiencia. Una narración
de todos los actores que participaron en la experiencia o práctica.
LA SISTEMATIZACIÓN IMPLICA UNA
INTERPRETACIÓN Y UNA EVALUACIÓN CRÍTICA DE LA EXPERIENCIA O PRÁCTICA
Hemos visto que interpretar es ir más
allá de la descripción, aunque este aspecto es importante. Hay que construir
sentidos de la experiencia. Y se requiere también una evaluación crítica,
mirando sus aciertos, errores, sus resultados, etc.
Es común encontrar en varias
“sistematizaciones” la recuperación de la práctica desde una sola voz: la del
actor institucional, del estudiante en práctica, etc; en otras –en el mejor de
los casos- hay una buena recuperación-descripción de la experiencia, sin ir más
allá; y donde se hace –si es que se hace- una “evaluación complaciente” de la
práctica.
Además, quiero resaltar que la sistematización constituye un proceso que conjuga dos aprendizajes:
el interés por aprender de la experiencia, y la posibilidad de aprender a
sistematizar mientras se sistematiza.
Nuevamente, los/las invito
a que sistematicen sus prácticas, sus experiencias”.
GRACIAS
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