CELEBRACIÓN DÍA DEL TRABAJO SOCIAL EN UNIVERSIDAD DEL QUINDÍO
Atendiendo una amable invitación del
Programa de Trabajo Social de la Universidad del Quindío, Armenia –y en
especial de la profesora Ana María Gil Ríos-, tuve la oportunidad (el día de
ayer) de conocer esta Universidad y de participar en este importante evento de
celebración del día del Trabajo social.
Fue muy grato presentar mi ponencia
sobre INVESTIGACIÓN Y SISTEMATIZACIÓN DE EXPERIENCIAS EN
TRABAJO SOCIAL, y escuchar
de dos egresadas de dicho Programa una excelente exposición sobre una
sistematización de experiencias en educación ambiental con niños y jóvenes de
dos barrios de Armenia. También fue interesante escuchar a otra egresada hablar
sobre la historia del Trabajo social y la reconceptualización.
En dicha ponencia resaltaba el valor que
tiene la investigación para los y las profesionales que trabajan en intervención social. Se resalta la llamada “investigación social
aplicada”, para conocer una realidad; para intervenir. En otras palabras, “un conocer para
actuar”, “para transformar”. Y la
sistematización –como una modalidad de investigación- debe permitir una
relectura de la experiencia, tenemos que aprender más de lo que sabíamos de
ella, trascendiendo las apariencias, teorizándola. Sólo así podemos aprender de
ella. Para que todo esto sea posible, la sistematización debe traducirse en un
producto socializable, que se pueda difundir y dar a conocer, es decir, en un
documento escrito. No solo hay que
aprender a hacer, también hay que aprender a decir.
Sí, el Trabajo social es muy rico en
experiencias, en prácticas. Hay una gran veta por explorar. Es importante
recordar la diferencia entre experiencias
significativas y buenas prácticas. Una
Experiencia Significativa se concibe como “toda aquella experiencia que contiene
elementos innovadores, o que ha producido impacto social, o que ha generado
respuestas a problemas planteados. Una experiencia significativa es
la que deja aprendizajes a partir de aciertos o de errores (lo bueno y lo
malo). A veces
encontramos cierta tendencia a solo sistematizar buenas prácticas y nos
olvidamos de sistematizar experiencias significativas. Recordemos que de una mala práctica también podemos obtener aprendizajes
muy valiosos.
Para Claudia Krmpotic y Elsa Viviana
Barrón -con relación a otras instancias de la
intervención profesional- señalan que “sistematizar no es lo mismo que producir
un informe final de la práctica; tampoco se limita a la evaluación de un
proyecto, ni se inscribe en una investigación paralela a la práctica. Se trata
fundamentalmente de la recuperación de la experiencia para poder alcanzar e
interpretar el significado de nuestra intervención profesional”. Y lanzan estas
peguntas:
¿en qué medida
la sistematización ha resultado beneficiosa para el Trabajo Social?,
¿ha significado
realmente una vía de solución al dilema de la producción de conocimientos en
una profesión caracterizada por ser una práctica de intervención?,
¿ha permitido
recuperar las mejores prácticas de modo de replicarlas?
Sabemos
que un espacio profesional se caracteriza fundamentalmente por las preguntas
que declara pertinentes. Como lo expresa Joaquín García Roca “la acción social
no siempre se ejerce desde la certeza sino también desde la incertidumbre y la
perplejidad”. Las preguntas en el horizonte del Trabajo social son múltiples.
En relación con el desarrollo, Serge Latouche anota que poner radicalmente en
cuestión el concepto de desarrollo es hacer subversión cognitiva, y este es el
prólogo y la condición de cualquier cambio político, social y cultural. Es
“deshacer el desarrollo / rehacer el mundo”. ¿Requiere el Trabajo social de una
subversión cognitiva en sus discursos y sus prácticas, en sus teorías y
metodologías? Les dejo la inquietud.
Agradezco
a Programa de Trabajo Social de la Universidad del Quindío el poder compartir
experiencias y aprender en este diálogo de saberes.
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